BOSE RENACIDO MOVISTAR
La figura de Miguel Bosé ha estado siempre marcada por la controversia y este carácter no ha sido una excepción en los últimos años. Pese a su abandono de la escena musical, las polémicas posiciones de Bosé respecto a ciertos temas de interés social le han mantenido en el foco de la opinión pública.
Ahora, tras una vuelta progresiva a los medios de comunicación (con varias entrevistas y colaboraciones en programas televisivos), Bosé ha decidido volver y narrarnos su historia bajo sus propias condiciones a través de una serie documental que nos llega de la mano de Movistar Plus + en colaboración con Shine Iberia, bajo la dirección de Pite Piñas y María Pulido y el guion de María Fernández y Boris Izaguirre, cuyo estreno está fechado para este martes 5 de septiembre.
De hecho, esa es la premisa con la que se nos presenta ‘Bosé Renacido’, como una forma de que el público descubra esa historia que siempre ha sido narrada por otros, pero nunca por su propio protagonista. Ahí es donde reside el verdadero interés y fuerza de esta obra, en su objetivo de “renacer” una figura que ha sido fuertemente cuestionada y en el morbo del espectador por ver de qué forma se defiende ante nosotros. Pero que esa sea la intención que persigue el documental, no significa que la cumpla; o, por lo menos, no del modo posiblemente planeado.
Un juego entre lo habitual y lo nuevo
Una de las decisiones que más sorprenden de este documental es haber optado por un estilo similar al de un reportaje televisivo en el que se combinan imágenes recurso y material de archivo con entrevistas realizadas a su protagonista y demás personas relacionadas a través de las cuales se estructura la narración de la obra. Probablemente esta elección se debe a que es un formato más accesible y conocido por el espectador medio, por lo que, a la hora de verlo, no se le exige tener que entender su forma, sino simplemente poder disfrutar de su contenido (la historia).
Pese a ello, sus creadores no han perdido la oportunidad de añadir algún elemento diferenciador y jugar con la experimentación en momentos más o menos acotados. ‘Bosé Renacido’ se estructura en cuatro episodios, cada uno de ellos centrados en una etapa del artista, pero también en cada uno de las casas que han marcado su vida. Este esquema no solo nos permite entender mucho mejor las etapas por las que pasa Bosé, sino que también consigue dar una dimensión real a las mismas.
Junto a su protagonista, nos adentramos en esos hogares cargados de recuerdos y tratamos de entender su pasado y su presente. De este modo, las casas ganan gran protagonismo, llegando a ser un personaje más dentro del documental y adquiriendo un simbolismo cercano al de los castillos y mansiones de la literatura gótica. Aquí también encontramos residencias que reflejan los conflictos de sus propios residentes, que sufren las desgracias de las familias que las habitan, como ese torreón en llamas que pone fin al matrimonio de los padres de Bosé o esa casa de Somosaguas que parece estar llena de espíritus pasados que atormentan a su dueño.
En este sentido, encontramos ciertos momentos alegóricos en los que Bosé se reencuentra con estos hogares y se adentra en ellos por un tiempo para hablarnos de su pasado y su presente. Esto da paso a cierta experimentación formal en lo relativo al montaje visual y sonoro, a partir del cual se pretender jugar con aquello que se dice y aquello que vemos. Así se crean momentos más expresivos donde, combinando lo que nos cuentan sus protagonistas, las imágenes consiguen hablarnos más allá de lo que escuchamos y adquirir cierto tono emotivo, serio e, incluso, satírico (como en los momentos en los que Bosé define a su padre, el torero Luis Miguel Dominguín).
Una objetividad fingida
A lo largo de todo el documental, existe una gran presencia de la ambigüedad, que se hace visible tanto en la forma como en el contenido de la obra. Ese estilo de reportaje televisivo que ya hemos mencionado dota de una sensación de objetividad al documental que al mismo tiempo difiere con la idea de conocer la historia de Bosé en palabras de él mismo. Esta contradicción se va haciendo más evidente a lo largo del visionado de la serie en el que empezamos sospechando que su protagonista es quien controla el discurso y terminamos confirmándolo cuando, en lo relativo a cierto tema personal, el protagonista nos dice que «no siente que quiera compartirlo aún».
Siendo un documental en el que interviene la propia figura retratada, es comprensible que él mismo marque ciertos límites sobre lo que se habla. Tal vez lo que resulta chocante es que no se haya optado por un estilo documental que deje claro el carácter subjetivo y personal que tiene la obra y se haya tratado de fingir una objetividad que en verdad no existe, ni siquiera en sus participantes (amigos y conocidos de Bosé que no tienen una posición crítica respecto a él y sus posiciones).
En este sentido, posiblemente ha habido cierto conformismo por parte de sus creadores y productores a la hora de optar por un formato accesible para el público en vez de experimentar con un estilo que fuera más fiel a la verdadera intención de la obra (y todo sin que les hayan faltado ejemplos). Resulta una pena teniendo el gran magnetismo que envuelve a Bosé. Su capacidad de ganarse a los que le rodean se hace presente en los amigos y conocidos que hablan de él en el documental, pero por culpa de esa distancia marcada por el formato, esa hipnosis no llega de manera efectiva al espectador.
Un viaje accidentado
La deriva que toma ‘Bosé Renacido’ termina definiendo ciertos aspectos que pueden ser más o menos satisfactorios para el espectador. La estructura de los episodios parece verse alterada por la forma en la que Bosé se comunica, muchas veces de manera intrincada, con pausas y giros que acaban diluyendo el carácter cronológico de la historia y confundiendo en cierto modo al público.
El ritmo también se ve afectado por los mismos motivos, de forma que resulta alargado y puede llegar a ser pesado, dando lugar a un visionado irregular respecto a la sensación de tiempo. En este sentido, la serie podría haberse visto beneficiada con episodios de treinta minutos en vez de sesenta, pero eso habría roto la estructura de cuatro episodios ligados a cuatro casas y cuatro etapas.
Al mismo tiempo, el documental parece perderse por momentos a la hora de encontrar su propio camino. No termina de explorar del todo ninguna faceta del artista, ya que a veces se entretiene hablándonos de cómo su figura era percibida por el público y en otras ocasiones se centra en las propias experiencias personales de Bosé. Cuando toma un camino, parece cansarse del mismo y lo abandona por otro que, finalmente, nos deja con cierta sensación de vacío.
Esto se ve reforzado por el carácter fragmentario de la narración que, en cierto modo, parece coincidir con el modo en el que Bosé abre y cierra las diferentes etapas de su existencia. Dicho esto, los momentos mejor construidos del documental son aquellos dedicados a su infancia y la relación con sus padres (Lucía Bosé y Luis Miguel Dominguín), no solo por el peso emocional, sino porque la historia consigue aislarse mejor de su propio protagonista y completarse con el resto de personajes que lo acompañan.
Una promesa incumplida
Como hemos ido desgranando, estamos ante una obra con unas luces que pueden agradar a los seguidores del artista y unas sombras que pueden desencantar al resto de interesados. Parte de esto se debe a que la serie documental nos «promete» algo que finalmente no nos proporciona: una revelación, una contextualización de los momentos más oscuros de Bosé, una defensa de él mismo frente a los momentos más críticos. En este sentido, se agradece el tratamiento de ciertos temas como la opresión y el sistema cultural de la época franquista o el denigrante tratamiento de la epidemia del SIDA en los medios de comunicación.
Sin embargo, Bosé no se arriesga a la hora de darnos información, dando lugar a entendimientos confusos y a banalizaciones de temas importantes. Por ejemplo, habla sobre ciertas situaciones de pobreza vividas en su niñez (no contar con agua caliente en su casa, pagar los regalos de Navidad a plazos, etc.), pero al mismo tiempo nos indican que estaba estudiando en el Liceo Francés de Madrid (lugar donde se educaban a las élites republicanas). De este modo, la falta de información clara provoca que el espectador vea a una persona privilegiada restando importancia a cuestiones que pueden llegar a ser verdaderamente importantes para el público.
Por otro lado, pese a que critica la actitud de sus padres en su niñez, no termina de explicarnos qué pasaba exactamente en su hogar que fuera tan traumático (sobre todo en lo relativo a su madre). Tampoco se ve en la necesidad de justificarse por haber hecho uso de la gestación subrogada ni se avergüenza de soltar proclamas agresivas contra las medidas tomadas de forma gubernamental frente a la pandemia por COVID-19. Así, el documental cae de nuevo en una ambigüedad que la ciega y de la que, solo marcando distancia, podemos aprender.
Por eso, ‘Bosé Renacido’ se aprecia mejor en sus silencios, en aquella cosas que no nombra y en aquellas otras que no termina de decir. Cuando centramos la atención en esos escondites, entendemos de verdad a su protagonista, Miguel Bosé, un artista polifacético lleno de aristas, con grandes logros y con mucha capacidad de atracción pero, también, con una evidente necesidad de controlar lo que se dice sobre él; alguien que se ha construido una realidad propia, aparentemente mundana, pero relativamente aislada del mundo exterior.
Puedes disfrutar ya de ‘Bosé Renacido’ en Movistar Plus +
