Assassin’s Creed está de vuelta en una nueva aventura que nos traslada a la Inglaterra medieval, donde formaremos parte de las archiconocidas incursiones vikingas. La gran pregunta es: ¿Conseguirá Valhalla volver a ganarse el corazón de los jugadores desencantados con el rumbo de la franquicia? Trataremos de responder a ello en este análisis.
¿Assassins Creed: Valhalla gustará a los más fans más escépticos?
Es una buena pregunta. De entrada ya os podemos afirmar que sigue una línea continuista con la evolución de la saga que empezó en Assassin’s Creed: Origins. No obstante, eso no significa que busque dejar de lado a los fans más clásicos. Y es que Valhalla se esfuerza en querer unir tanto a jugadores tradicionales como a recién llegados. Esta entrega no pretende volver a repetir por entero los elementos que hicieron famosa a la saga de Altaïr, Ezio y compañía, pero tampoco reniega de ellos. Vuelve a recuperar aspectos emblemáticos, como la hoja oculta, que a muchos les faltó en Odissey, a la vez que sigue apostando por los toques RPG. Valhalla pretende devolver al redil a parte del rebaño perdido con las últimas entregas sin renunciar a su propia esencia.
Assassin’s Creed: Valhalla no reniega del pasado de la saga, sino que lo recupera y lo utiliza como seña de identidad. Las luchas entre templarios y asesinos vuelven a ser uno de los ejes de esta entrega, aunque en este análisis no revelaremos más detalles para evitar spoilers. Aún así, las intenciones de Ubisoft son claras al respecto, apelar a los más veteranos y ganarse de nuevo su confianza con esta entrega. Si lo consiguen o no dependerá en exclusiva de cada jugador, aunque la voluntad de la compañía se deja sentir a lo largo de toda la aventura.
No obstante, sí podemos afirmar que, tras el nuevo rumbo trazado en Origins, Valhalla es bastante más cercano a los primeros Assassin’s que las dos entregas anteriores de la saga. No es una vuelta a los orígenes, pero si una recuperación de algunos de sus aspectos más icónicos, como demuestra el regreso de la hoja oculta.
Toma partido en la lucha por Inglaterra
En Assassin’s Creed: Valhalla nos pondremos en la piel de Eivor, un sanguinario vikingo que se aventurará en las profundidades de la Inglaterra medieval en busca de tierras que conseguir. Tal como ocurría en Odissey, podemos escoger entre un Eivor masculino o femenino, aunque esto no afecta en nada ni a la historia ni a la jugabilidad, tan sólo a la estética. Además, existen distintas opciones de personalización para nuestro Eivor, al que podremos cambiarle el peinado o añadirle nuevos tatuajes.
Eivor, como buen vikingo, gustará de saquear, matar y robar por doquier y en Assassin’s Creed: Valhalla nos ofrecen múltiples ocasiones para ello. Con motivo de simular la ferocidad vikinga, hay dos nuevos objetivos implementados exclusivamente para Valhalla, los asedios y los saqueos. En estos eventos podremos conseguir todo tipo de objetos y materiales de fabricación para nuestro asentamiento (al que llegaremos tras avanzar lo necesario en la trama) o para mejorar y personalizar a nuestro protagonista. Ambos son dos de los mayores añadidos en esta nueva entrega y están plagados de espectacularidad y frenetismo.
Otro de los aspectos que Valhalla toma prestados de entregas anteriores es la existencia de facciones con las que poder alinearnos para conseguir objetivos concretos. En Odissey podíamos forjar alianzas con atenienses o espartanos y luchar en espectaculares batallas campales para liberar zonas o conseguir nuevo equipamiento. En Valhalla también podremos aprovechar las tensiones internas de la Inglaterra medieval en nuestro beneficio, pudiendo tomar partido entre bandos enfrentados a muerte.
Un mundo abierto en la Inglaterra del siglo IX
Assassin’s Creed y el mundo abierto son un matrimonio bien avenido desde el primero de sus juegos y esta entrega no iba a ser menos. Assassin’s Creed Valhalla es un paso más allá en la creación de un mundo abierto dinámico y vistoso. Sin lugar a dudas, es el mapeado más ambicioso de toda la franquicia y es algo que notaréis a medida que vayáis descubriéndolo.
La ambientación histórica, al margen de tomarse ciertas licencias habituales en la saga, es todo un acierto. Y es que, aunque a priori no sea la más atractiva, al poco de poneros a jugar olvidaréis la majestuosidad del antiguo Egipto o el exotismo de la Grecia clásica en favor de la violenta lnglaterra medieval.
La isla británica está plagada de sorpresas y su exploración es enormemente agradecida. De hecho, es el propio juego el que incentiva a descubrir cada uno de los recovecos del mapeado, buscando que emulemos a los intrépidos aventureros vikingos que se adentraron en tierras desconocidas en búsqueda de oro y riquezas.
Assassin’s Creed Valhalla no sólo destaca en la extensión de su mapeado o su lograda ambientación, sino también en la viveza del mundo que representa. Inglaterra se siente viva gracias a una inteligente decisión de diseño por parte de Ubisoft, que ha decidido en esta entrega alejarse (en la medida de lo posible) del clásico esquema de misiones principales y secundarias.
Las misiones secundarias e incluso los coleccionables se funden con el entorno, logrando así dotar de vida al mundo en que nos movemos . De esta forma, las misiones secundarias aparecen de forma natural tras pasear por un poblado o encontrarnos con algún NPC de forma aleatoria, en vez de estar marcadas con esos enormes iconos de los que tanta gala hace Ubisoft en todos sus juegos. Esta decisión es todo un acierto de cara a la inmersión del título y supone un paso más allá en el desarrollo de mundos abiertos por parte de la compañía francesa.
Por último, es necesario destacar los pequeños minijuegos que se encuentran a lo largo de todo el mapeado de Assassin’s Creed: Valhalla, que aportan variedad y frescura al mundo. A pesar de que algunos son un poco «chorras», otros son bastante adictivos, como es el caso del Orlog, un juego de dados al que os echaréis más de una partida.
Una jugabilidad más espectacular que profunda
Una frase que resume a la perfección todo el entramado jugable de Assassin’s Creed: Valhalla. En esta entrega se ha simplificado, quizá demasiado, muchos de los aspectos jugables del título. Esta simplificación se deja sentir principalmente en el combate. Las animaciones son, sin lugar a dudas, las más impactantes de toda la saga, con desmembramientos incluidos, y permiten que el jugador se sienta poderoso y salvaje, que se sienta vikingo. No obstante, hay que reconocer que los enemigos normales, no así los jefes finales y otros adversarios especiales, son muy fáciles de derrotar y apenas suponen un desafío. Disfrutaremos viéndoles caer ante el filo de nuestra hacha, pero la satisfacción por vencerlos será mínima.
Lo mismo ocurre con el sigilo. Una Inteligencia Artificial a la que se le ven las costuras no nos supondrá un gran desafío a la hora de infiltrarnos en las fortalezas enemigas. Las patrullas y los comportamientos erráticos de los NPC’S enemigos nos facilitarán en demasía pasar desapercibidos ante ellos. Las dificultades más altas pueden paliar, aunque no por completo y de forma artificial, la sensación de excesiva facilidad tanto en el sigilo como en el combate.
La navegacion es otro de los aspectos que han perdido relevancia respecto a la última entrega. El drakkar funciona para desplazarnos por el mapa y recorrer grandes distancias. Dentro de él tendremos a nuestros marinos, que nos acompañarán mientras surcamos las vastas aguas de la isla británica y amenizarán el viaje cantando canciones o contando historietas de mitología. Lo malo es que se han eliminado los combates navales que vimos en Odissey, por lo que nuestro barco sirve únicamente como herramienta de transporte.
Respecto a su toque RPG, Assassin’s Creed: Valhalla ha introducido importantes cambios respecto al anterior juego. Se ha reducido el número de armas, objetos y armaduras tan asfixiante de Assassin’s Creed Odissey . En esta ocasión, tendremos menos equipamiento, pero mucho más fácil de gestionar. Existen distintos conjuntos de armas y armaduras, cada uno con su propio nombre, algo similar a lo visto en The Witcher 3, y podremos ir mejorándolo en el herrero. Más no siempre significa mejor, y Valhalla ha comprendido y aplicado bien esta máxima. Ya no nos perderemos en menús interminables ni perderemos tanto tiempo haciendo malabares para conjugar distintas piezas de equipo, un acierto total.
Lo mismo ocurre con la progresión del personaje. Los niveles vistos en Odissey han desaparecido y, en su lugar, tenemos un sistema de poder como experiencia. Con el poder obtendremos distintas mejoras y aumentaremos nuestras estadísticas. Respecto a las habilidades, no dependen de la experiencia ni del poder para conseguirlas, sino que, la gran mayoría de ellas, las encontraremos explorando el mapa y sus recovecos. Podremos utilizar estas habilidades independientemente del nivel de poder que tengamos, una genial forma de incentivar la exploración de todos los lugares no vistos en la propia campaña.
En definitiva, podemos afirmar que AC: Valhalla convierte en mucho más accesibles algunos de los aspectos más intrincados de la jugabilidad de Odissey, como el sistema de niveles o la apabullante cantidad de inventario a gestionar, aunque esta simplificación no supone una mejora en algunos apartados concretos, como ocurre en el caso del combate o la navegación.
Apartado técnico y duración
El apartado técnico en los juegos de Ubisoft nunca ha dejado indiferente a nadie, tanto por malas como por buenas razones. Lo mismo ocurre con Assassin’s Creed: Valhalla. Sus gráficos cumplen a la perfección, con especial mención a los escenarios del juego. Los modelados de los personajes y las armaduras están detallados, mientras que las ciudades y bosques lucen muy bien. El motor gráfico de Valhalla no llega al techo de PS4, pero exprime bastante bien sus recursos.
Por otro lado, su diseño de sonido tampoco se queda atrás. El choque de las armas, la música tribal o el doblaje en castellano son de primer nivel y redondean la experiencia de juego.
Ahora vienen los peros. De sobra conocida es la fama de Ubisoft por lanzar juegos de forma precipitada y con errores técnicos de salida, con bugs. Por desgracia, Assassin’s Creed: Valhalla, en vez de cambiar esta mala imagen de la compañía, la refuerza. En Valhalla hay demasiados pequeños bugs que, aunque no estropean la experiencia de juego, si dificultan la inmersión en el maravilloso mundo que han construido. Fallos de sincronización labial, personajes que aparecen de repente o físicas extrañas son algunos de los pequeños ejemplos de bugs presentes en el juego. No es nada grave y, de hecho, pronto se solucionarán con la correspondiente descarga de parches, pero enturbian una trabajada experiencia de juego.
Respecto a la duración de Assassin’s Creed: Valhalla, es uno de sus puntos fuertes sin lugar a duda. Solo la historia principal puede alargarse a más de 50 horas, dependiendo de vuestro ritmo y habilidad como jugadores. Si a ello le sumamos el vastísimo contenido secundario, el resultado es un juego casi eterno, que puede llegar a superar las 100 horas de juego.
Conclusión
Assassin’s Creed: Valhalla es un grandísimo juego. Está repleto de contenido, ofrece una gran variedad de posibilidades jugables y cuenta con una ambientación absorbente. Su aproximación a las primeras entregas de la saga seguro que acaba ganándose el corazón de muchos escépticos dispuestos a darle una segunda oportunidad a Assassin’s Creed, aunque para muchos otros será insuficiente. Aún así, como juego individual es de notable alto y desde este análisis lo recomendamos con creces.
Aunque Valhalla peque de cierto continuismo, trata de disimularlo con pequeños tintes de innovación que se agradecen. Además, los bugs no son tan graves como para estropear la experiencia de juego y, aprendiendo de sus errores, ha mejorado y convertido en más accesible la experiencia de juego presente en Odissey, lo que le permite llegar con facilidad a muchos más jugadores.