Analisis Ghostwire Tokyo: magia, demonios y misterios en una propuesta única.
La ciudad de Tokio, Japón, en la actualidad. La población se ha esfumado, convirtiéndose en espíritus. Las calles vacías empiezan a ser invadidas por espíritus malignos llamados Visitantes liderados por un misterioso ser. Y tú acabas de ser poseído por un espíritu que te otorga poderes para enfrentarlos.
Fantasmas, poderes elementales y un misterio que descubrir. Todo ello dentro de un mundo abierto donde las tradiciones culturales se mezcla con lo contemporáneo. Esta es la (loca) premisa que nos presenta Ghostwire Tokyo, la nueva propuesta llena de acción de la mano de Tango Gameswork y Bethesda.
Durante estos días jugando, he estado pensando con qué adjetivo catalogar el juego, y creo que la palabra que más lo define es único. Con esto no quiero decir que el juego invente la rueda y añada mil mecánicas nunca antes vistas. Lo que se consigue aquí, bajo la dirección de Shinji Mikami, es una agrupación de temas, mecánicas y jugabilidades para conseguir un videojuego que convence y entretiene, teniendo sus propios matices para hacerlo una propuesta única.
¿De qué va Ghostwire: Tokyo?
Como comentaba al principio, en Ghostwire: Tokyo nos encontramos un mundo abierto desierto, ya que una misteriosa niebla ha transformado a todas las personas en espíritus. Quien parece que está detrás, un misterioso ser enmascarado llamado Hannya ha invocado cientos de entes malignos, los vigilantes, que ahora se han adueñado de la ciudad.
Nosotros nos ponemos en la piel de Akito, quien acaba de despertarse en medio de todo este caos y se da cuenta que le ha poseído el espíritu de un investigador llamado KK. La conjunción de ambos hace que nuestro personaje obtenga poderes mágicos provenientes del tejido etéreo. Este material nos otorgará «la munición» que necesitamos para enfrentarnos a los enemigos.
Ghostwire: Tokyo posee una trama realmente loca y original pero con un esquema más bien sencillo: bien contra el mal. Mientras jugamos, vamos descubriendo cómo están relacionados todos los personajes, Hannya y los vigilantes, KK y su pasado, y Akito y su hermana desaparecida.
La historia está dividida en 4 capítulos y estos a su vez en distintas partes. Cada capítulo tiene diferente duración, una decisión que hace que el ritmo del juego no decaiga, dejándonos siempre queriendo saber qué locura va a pasar después.
Esta trama se integra muy bien en un mundo casi abierto. Y es que la niebla nos impedirá acceder a todo el mapa desde el principio pero no por motivos de la trama. Aquí hay que ganárselo, por lo que tendremos que despejar esta dichosa niebla buscando y liberando la maldición de las puertas Torii⛩ repartidas por el mapa.
Despejar la niebla de todo el mapa depende enteramente de nosotros, y esto es un punto a favor de Ghostwire: Tokyo. Aunque el juego peca a la hora de saturar nuestro mapa con diversas misiones secundarias, indicadores y tareas por realizar, la exploración se ve realmente recompensada a modo de dinero, comestibles, espíritus que rescatar (lo cual nos otorga experiencia) y diversos coleccionables.
Su increíble ambientación del imaginario japonés, la mitología sintoísta junto con la arquitectura contemporánea hace que en Ghostwire: Tokyo haya un ambiente realmente único. La verticalidad del mapa junto con sus rincones, secretos y en general su estética componen unos de los mejores marcos escénicos y estéticos dentro de los videojuegos de mundo abierto.
En Ghostwire: Tokyo también encontramos mucha acción. Durante nuestras partidas nos iremos enfrentando a los diversos espíritus malignos repartidos por el mapa y a los diversos bosses que nos ofrece la historia.
Akito junto a KK es capaz de lanzar hechizos mágicos, flechas para el sigilo y talismanes con diversos efectos que nos harán sentir que somos un ninja lanzando jutsus en Naruto. Aunque aquí no utilizamos armas de fuego como en otros juegos de misma temática, los efectos de los ataques son muy parecidos.
A medida que desbloqueamos y mejoramos nuestras destrezas a través de un sencillo árbol de habilidades, nos damos cuenta que el ataque de viento simula una pistola por su rapidez o el de agua a una escopeta. Lejos de ser una crítica, es sin duda bastante curioso y original este modelo de combate. Los gestos y movimientos de manos y dedos se han captado muy bien, donde podemos diferenciar posiciones y posturas para cada ataque.
Con todo esto, la parte más satisfactoria del combate es sentirlo en nuestras manos. Ghostwire: Tokyo hace uso de todas las cualidades que ofrece Dualsense. Y la verdad, sienta muy bien sentir la tensión del combate, los hechizos y los golpes con la vibración háptica y los gatillos adaptativos. Sumado el audio 3D y la gama de colores que encontramos en el juego, los combates se convierten en toda una experiencia sensorial y visual.
Con hasta 6 distintos modos gráficos disponibles, siempre he disfrutado más la suavidad de los 60 fps, pero el juego no es nada frenético, por lo que si queréis, podéis optar por la mejor calidad gráfica que ofrece el juego a 30 fps.
No todos los aspectos de este juego son positivos. Y es que, ya que el combate está muy bien conseguido, el juego no convence a la hora de ofrecer otras líneas alternativas que no conlleven acción. Es decir, el sigilo se vuelve tremendamente repetitivo al no suponer ningún reto, haciendo que, evidentemente, sea mucho más divertido querer liarse a disparos de éter a todo lo que se mueva.
Además, como comentaba antes, el juego utiliza los típicos elementos de mundo abierto para rellenar contenido. Algunas pocas misiones secundarias sorprenden por originales, el resto siguen el esquemas que ya hemos visto en otros sandbox, donde al final nos enfrentamos a un puñado de enemigos. Nada revolucionario en este aspecto.
Ghostwire: Tokyo llega este 24 de marzo a PS5 y PC trayendo consigo a los demonios Yokai, un misterio que resolver y varias horas de diversión en una propuesta única que merece la pena conocer.
Puntos positivos
- Historia original
- jugabilidad adictiva
- Gran ambientación y diseño estético
Puntos negativos
- Sigilo poco aprovechado
- Contenido de relleno
