ANATOMIA DE UNA CAIDA CRITICA
El 29 Festival de Cine Francés de Málaga se inauguró con ‘Anatomía de una caída‘ (Anatomie d’une chute), ganadora de la Palma de Oro en el último Festival de Cannes. Sin duda, fue un privilegio asistir a la proyección de una de las películas que están marcando la conversación cinematográfica de esta temporada.
Asimismo, resulta preciso recordar que Justine Triet, su directora, contó con una sección retrospectiva en el Festival de Cine Francés. Triet destaca como una de las cineastas con mayor proyección en el panorama europeo y, probablemente, estos recientes reconocimientos no van a ser los últimos de su carrera.
Por todo ello, debo reconocer que mis expectativas de ‘Anatomía de una caída’ eran altas. Esta predisposición pudo facilitar que mis sensaciones al llegar los créditos finales fueran agridulces, aún reconociendo en la cinta unos logros que reflejan el talento de su directora.
La caza
‘Anatomía de una caída’ pone el foco en Sandra (Sandra Hüller), una escritora alemana que vive con su marido Samuel (Samuel Theis) y con Daniel (Milo Machado Graner), su hijo con problemas graves de visión, en un chalé en mitad de los Alpes franceses. Cuando Samuel fallece tras una caída mortal ocurrida en su propia casa, las sospechas recaen sobre Sandra, quien se enfrentará a cómo el proceso judicial realiza una disección de su matrimonio y de su propia persona.
Triet muestra una implacable y fría búsqueda de la verdad por parte de investigadores, fiscal y juez. Lo épico o lo espectacular están ausentes. La dirección de fotografía no hace alardes. Las interpretaciones, salvo contadas excepciones, parecen sumidas en un estado de shock perpetuo.
Así, la protagonista se ve acorralada por un lento e inexorable hostigamiento del que el espectador forma parte a su pesar. La cámara nos sitúa frecuentemente en puntos alejados que refuerzan nuestra capacidad para juzgar (esta decisión es especialmente evidente cuando el juicio tiene lugar).
Palabras
La falta de información sobre lo ocurrido refuerza nuestros prejuicios, ya intensificados por la complicada personalidad de una protagonista que no está destinada a ganarse nuestra simpatía. Además, nuestro esquema mental moldeado por el sistema patriarcal en el que vivimos juega un papel muy relevante, pues dificulta nuestro análisis racional de los hechos al entrar en juego conceptos tan tramposos como los de «buena esposa» o «buena madre».
Estas son palabras que perfilan una determinada concepción del mundo. Este carácter creador (y manipulador) del verbo se encuentra muy presente en la película de Triet. A través de un poderoso flashback (cuyo clímax solo escuchamos en una de las mejores decisiones de la directora), observamos cómo Sandra y Samuel (ambos escritores) utilizan sus argumentos retóricos como armas para poner en cuestión la dinámica de poder de la relación de cara a una reestructuración de la misma.
Sin embargo, el mayor peligro para Sandra viene de las hostiles y retorcidas reflexiones de la fiscalía, que toma las palabras de la acusada (incluso aquellas escritas en sus libros de autoficción) para crear con ellas una soga que la lleve irremediablemente hacia una condena por homicidio.
Prejuicios, Patriarcado, palabras y relaciones de pareja: las dinámicas establecidas entre estos elementos son las que mayores cosquillas hacen a nuestro cerebro. Es esta riqueza intelectual la que eleva de manera significativa la calidad general de ‘Anatomía de una caída’.
El hijo
Estos son los puntos fuertes de la película de Triet. La propuesta se tuerce en el plano emocional. El buscado distanciamiento con la protagonista genera una frialdad que disminuye el poso dejado tras los créditos finales y con el paso de los días. En este sentido, los estimulantes conceptos manejados durante el metraje no son suficientes para situar la obra en el Olimpo de las mejores de la temporada.
Esta inconsistencia gana presencia en lo relativo a la relación entre Sandra y su hijo. Hay ahí un conflicto teóricamente potente que se ve diluido por las barreras que la propia cinta edifica. Como consecuencia, este componente de la trama se queda en un nivel superficial que desentona con la complejidad y profundidad de los mayores aciertos de ‘Anatomía de una caída’.
En lo que respecta a las interpretaciones, Sandra Hüller se sigue reivindicando como una de las mejores actrices europeas de los últimos años. En este sentido, cabe recordar que, aparte de ‘Anatomía de una caída’, protagonizó la otra gran triunfadora del último Festival de Cannes: ‘La zona de interés‘ (The Zone of Interest), el nuevo título del británico Jonathan Glazer, que ganó el Gran Premio del Jurado.
Hüller consigue envolver a su personaje con una capa de misterio inextricable, aunque el muro interpuesto esconde una serie de grietas por las que podemos intuir al ser humano escondido. Se trata de un trabajo delicado y contundente y constituye una de las raíces que sostienen la arquitectura de la película.
Una propuesta atractiva e irregular
‘Anatomía de una caída’ es cine que genera conversación y no se acomoda. Sus defectos influyen en su calidad general, pero no desvirtúan el valor de lo propuesto por Justine Triet. Su aproximación minuciosa a los mecanismos de esta persecución judicial da lugar a una frialdad que pesa; sobre todo, en lo relativo a la relación entre madre e hijo. No obstante, en un mundo plagado de desinformación, sus reflexiones sobre el carácter moldeable de la palabra son muy pertinentes, así como su representación de la implacable mirada patriarcal.
Por otro lado, su disección matrimonial recuerda al Ingmar Bergman de ‘Secretos de un matrimonio‘. Palabras mayores para una película que merecería llegar a un público más general tras su éxito festivalero por los temas tratados. Ojalá tenga toda la suerte del mundo.
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