Las expectativas son traicioneras. El público de festivales de género suele ser más propenso a glorificar propuestas que, fuera de este ecosistema tan propenso al disfrute comunitario sin complejos, pierden una notable parte de su fuerza. Así, películas que se venden como la segunda venida de Cristo se revelan como obras que, sin dejar de ser muy estimables y disfrutables, carecen de esa cualidad excepcional predicada por muchos. Es el caso de Barbarian, disponible en Disney+ desde el pasado 26 de octubre.
Un estupendo comienzo con un explosivo culmen
Tess (Georgina Campbell) viaja a Detroit para una entrevista de trabajo. Llega a una casa alquilada por Airbnb de noche, mientras la lluvia no para de caer. Sin embargo, su teórico refugio temporal se torna sombrío cuando descubre que dentro hay otra persona. Concretamente, un hombre algo extraño llamado Keith cuyo rostro es el de Bill Skarsgård, nada más y nada menos que el siniestro Pennywise de las dos últimas películas de It.
Al parecer, Keith ha alquilado la misma casa por una web distinta. Tess no tiene otro lugar donde resguardarse, de modo que, pese a las señales que le aconsejan huir sin mirar atrás, decide aceptar la invitación de Keith y quedarse con él. Acaba de cometer el mayor error de su vida.
Sin duda, este primer acto de Barbarian es el más interesante. Zach Cregger, director y guionista, construye eficazmente una atmósfera enrarecida en la que el simple hecho de preparar un té coloca la sombra de la sospecha sobre las verdaderas intenciones de Keith. Fácilmente, la mente del espectador puede desplazarse hacia la incómoda conversación mantenida entre Norman Bates y Marion Crane en el primer tramo de la seminal Psicosis.
Por desgracia, quienes más apeladas se van a ver en estos primeros compases son las espectadoras, pues van a reconocer esos indicios que en sus vidas les hacen adoptar una postura defensiva ante la potencial amenaza de un hombre. Esa circunstancia puede convertir el visionado en una experiencia aún más irrespirable, de manera que enlaza con miedos viscerales inoculados por el patriarcado en la mitad de la población mundial.
Asimismo, estamos en una fase de la obra en la que la cámara, con unos movimientos precisos y elegantes, se empeña en mostrarnos la casa como un lugar amenazante y ajeno, mientras juega con una aparentemente irresoluble paradoja por la que muestra este escenario como asfixiante e inabarcable.
Por su parte, la fotografía es impecable. Su clave baja punteada por explosiones de calidez culmina una factura técnica depurada que otorga lustre al conjunto y consolida las intenciones del autor. Un diseño de sonido deliberadamente incómodo y una banda sonora original con regusto a cine de terror ochentero se unen a la causa.
No obstante, esta primera parte no alcanzaría tal nivel sin los estupendos trabajos de un Bill Skarsgård que se mueve como pez en el agua sobre esa fina línea entre ser encantador e inquietante y, sobre todo, de una Georgina Campbell que inicia aquí un despliegue interpretativo que se adapta perfectamente a las distintas necesidades de una película tan cambiante como la que nos ocupa.
Al llegar al final de este primer acto, nos enfrentamos a un momento de terror puro que nos hiela las entrañas. La historia prometida se rompe en mil pedazos. Efectivamente, Keith no era el peligro en esa casa. Entonces, Barbarian realiza la primera de sus piruetas estructurales.
Una pirueta tras otra… que acaba en traspiés
En este momento, es posible que muchos espectadores desconecten de lo propuesto. Otros entrarán en éxtasis ante la perspectiva de haberse encontrado con una obra aparentemente dispuesta a romper con todo y desencajar la mandíbula de todos aquellos dispuestos a dejarse KO. La cinta de Cregger parece encaminada a entregarnos otra One Cut of the Dead (película brillantísima, por otro lado).
Hace acto de presencia el despreciable personaje interpretado por Justin Long; fuente, por su parte, de momentos de un humor con una mala baba que, si se entra en el juego, se disfruta de lo lindo. Su historia consigue que el cuerpo de Barbarian se expanda y entre en una nueva dimensión.
Antes de los últimos 30-40 minutos de película, nos volvemos a encontrar con una serie de terroríficas situaciones gratamente construidas en las que el montaje juega un papel fundamental a la hora transmitir al espectador las expectativas, la confusión y el miedo del personaje.
Sin embargo, en este punto, ya es posible ver ciertas costuras a lo mostrado por la pantalla. Una peligrosa sensación de desengaño atraviesa tu mente cuando percibes que a Barbarian se le está acabando el gas.
Como si de Stephen Curry lanzando un triple en el último segundo de partido se tratara, la estructura de la historia vuelve a romperse y nos sitúa en un flashback (cambio en la relación de aspecto incluido) francamente estimulante. Es una lástima que, al final de la película, sintamos que este inserto es como la bengala disparada por un superviviente al que jamás hemos encontrado.
Desde este momento, pese a que Barbarian «castiga» nuestras retinas con ciertas imágenes perturbadoras muy potentes, su desarrollo cae por una espiral de lugares comunes que acaban revelando que firmó con el espectador una serie de cheques que no puede pagar. Así, hasta llegar a un abrupto desenlace cercano al dislate que no deja el mejor sabor de boca.
Cregger planta muchas semillas y pocas llegan a germinar. Incluso temas tan potentes como la inoperancia policial estadounidense o los estragos causados en Detroit por la crisis capitalista se sienten desaprovechados o testimoniales.
Una obra irregular… pero muy recomendable
Dicho esto, ¿merece la pena ver Barbarian? Por supuesto. A pesar del enorme desgaste padecido por el desarrollo de la historia, sus mejores momentos (principalmente, su primer tramo) son tan excitantes que cualquier amante del terror se sentirá agraciado por haber podido presenciarlos.
Este éxito parcial sería imposible sin una construcción de la atmósfera inteligente, una fotografía exquisita, un sonido efectivo, un montaje preciso y un cásting afinado en el que sobresale una Georgina Campbell que debería recibir mejores oportunidades tras este trabajo.
Si te apasiona el cine de terror, aquí tienes la crítica de Cerdita, hito del cine de género español.