Increible pero cierto Critica
Solo he visto dos películas de Quentin Dupieux. Por un lado, ‘Fumar provoca tos‘ (Fumer fait tousser) me encandiló con su humor delirante y su humanidad latente en los personajes. Por otro lado, ‘Increíble pero cierto‘ (Incroyable mais vrai), estrenada el pasado 20 de enero, me dejó inicialmente frío. Sin embargo, posteriormente, he conseguido captar unos aciertos innegables que, aún así, no evitan que se trate de un proyecto relativamente decepcionante.
Los sueños (rotos) caben en un agujero
La historia sigue a Alain (Alain Chabat) y Marie (Léa Drucker), una pareja francesa de mediana edad y burguesa que decide comprar una casa a las afueras de París. Encuentran una opción aparentemente ideal que, además, cuenta con una característica especial relacionada con un agujero situado en el sótano.
Si te interesa lo escrito hasta ahora, te recomiendo intentar ver la película sin leer más ya que, aunque voy a contar detalles que se revelan en los primeros minutos, quizás prefieras no conocerlos. Si estás conforme con esto, puedes seguir leyendo mi crítica en el siguiente párrafo.
¿Cuál es la particularidad del mencionado agujero? Básicamente, consiste en que si bajas por él, aterrizarás de nuevo en la casa, doce horas más tarde y, lo que es más impactante, tres días más joven. Parece lioso, pero se puede resumir de la siguiente manera: ganas juventud a costa de avanzar en el «tiempo real».
Marie se obsesiona con las posibilidades de este descubrimiento, mientras que Alain muestra el desinterés más absoluto. A su vez, el jefe de Alain (Benoît Magimel) se ha instalado un pene eléctrico de fabricación japonesa para conservar su virilidad, algo explicado por la inseguridad que siente al tener una pareja más joven (Anaïs Demoustier).
Estas son las piezas básicas de ‘Increíble pero cierto’. El humor brota de la tranquilidad con la que Marie y, sobre todo, Alain asumen un hecho extraordinario que, dicho sea de paso, no cuenta con ninguna explicación. Por su parte, son Gérard (el jefe de Alain) y su novia Jeanne quienes basan su vis cómica en un carácter más decididamente extrovertido y exagerado.
Ahora bien, no es una película descacharrante, salvo por la excepción de ciertos momentos protagonizados casi exclusivamente por el citado pene eléctrico y sus problemas de funcionamiento. De esta manera, si te acercas a este título por su potencial comicidad, saldrás decepcionado (lo cual no ocurría con ‘Fumar provoca tos’, por cierto).
Un viaje hacia ninguna parte
Hay que dejar claro que todos los actores se encuentran a un nivel más que aceptable. Por desgracia, esto no es suficiente para que la película termine de arrancar, pues se ve lastrada por un guion que da vueltas sobre sí mismo y provoca un estancamiento bastante notable, aliviado por las situaciones cómicas ya comentadas.
Pese a este desconcierto, sí es justo reconocer que la cinta cuenta con un mensaje de fondo sobre la aceptación del envejecimiento (y la locura de enfrentarse a él) que perdura tras la aparición de los créditos finales en pantalla. Este elemento de ‘Increíble pero cierto’ se ve impregnado de una tristeza burguesa propia de Michael Haneke que le sienta bien.
Durante la mayor parte de la película, en la fotografía predomina una imagen «lavada» sin demasiadas aristas destacables, así como planos sin composiciones especialmente complejas o estimulantes. El poderío artístico de Dupieux se encuentra bastante diluido en este sentido.
Tras todo lo dicho, podría pensarse que ‘Increíble pero cierto’ es una película fallida que, por lo tanto, no merece el más mínimo tiempo ni interés. Eso sería verdad… si no fuera por un prodigioso montaje de diez minutos que se halla en el tramo final. Ojo, porque el asunto tiene miga.
Una genialidad final
Llegados los últimos momentos, puedes tener la sensación de que al autor francés le entran las prisas o se aburre de la historia que está contando. Esto es así porque comete la osadía de resumir, prácticamente, el segundo y el tercer acto en el mencionado montaje. Constituye un triple salto mortal del que, por medio de una alquimia difícilmente explicable, sale airoso.
Son diez minutos con una fuerza narrativa incontestable, carente de diálogos, construida con imágenes que nos relatan todo lo que necesitamos saber con precisión y dinamismo. A su vez, sobresale la música en este fragmento de Jon Santo, seudónimo de un músico y físico alemán que versionó a Bach con sintetizadores en un disco olvidado de 1976, del cual se ha obtenido la música para ‘Increíble pero cierto’.
De este modo, se obtiene una estimulante combinación sonora y visual que salva el filme. Es una lástima que estas virtudes escaseen antes de llegar a este punto, pues podríamos habernos encontrado ante una obra especial con capacidad para, más allá de las carcajadas, removernos por dentro.
Una propuesta rescatable
Con independencia del relativo sinsabor que supone el visionado de ‘Increíble pero cierto’ (sobre todo, por las altas expectativas derivadas del hecho de estar dirigida por Quentin Dupieux), es posible encontrar destellos del genio francés; principalmente, en esa etapa final de la historia que refuerza aún más el desencanto con el resto de la cinta.
Por lo tanto, no sería correcto aconsejaros que os alejéis de este título a toda costa ya que, con sus defectos, esta es la expresión de un artista libre, único y ajeno a cualquier tipo de moda. No es poca cosa en un mundo cinematográfico donde, con demasiada frecuencia, se abusa de plantillas y propuestas carentes de riesgos.