IRATI CRITICA
El cine español no deja de alcanzar éxitos. Uno de los más destacados de las últimas semanas es el experimentado por ‘Irati’, ya que en su fin de semana de estreno (24 de febrero) ha conseguido reunir a más de cuarenta mil espectadores en las salas de cine. Aunque esto pueda sonar a poco, resulta sorprendente teniendo en cuenta que se trata de una película de presupuesto limitado, con temática fantástica y de aventura, rodada en euskera antiguo y centrada en la mitología vasca.
Así, el segundo largometraje de Paul Urkijo Alijo, quien ya nos cautivó con la película ‘Errementari (El herrero y el diablo)’ y el cortometraje ‘Dar-Dar’ consigue abrir puertas dentro de una industria en el que este tipo de propuestas parecen quedar relegadas a un circuito más cerrado e independiente.
Pese a que ya tuvimos la oportunidad de ver ‘Irati’ en la 32ª edición del Festival de Cine Fantástico de la Universidad de Málaga, donde ganó el Premio del Público, Premio de la Prensa y premio a los Mejores Efectos Especiales, queremos volver a centrarnos en ella para ampliar nuestra reseña y recoger algunas de las claves que hacen tan especial a esta obra.
Las historias que nos conforman
La película tiene su origen en la mitología vasca e interpreta libremente el cómic ‘El ciclo de Irati’ de J. Muñoz Otaegui y Juan Luis Landa. Así, nos sitúa en el siglo VIII, momento en el cual el cristianismo ha sustituido a las creencias paganas, las cuales se encuentran en proceso de desaparición. Para hacer frente al ataque del ejército de Carlomagno en los Pirineos, el señor de valle solicita ayuda a una diosa ancestral: Mari. Con ella, realiza un pacto de sangre por el cual da su vida a cambio de derrotar a sus enemigos, haciendo prometer antes a su hijo Eneko que liderará a su pueblo en el futuro.
Un tiempo después, Eneko vuelve para cumplir la promesa que le hizo su padre, para lo cual debe cumplir una misión: recuperar el cuerpo de su padre (enterrado según las creencias paganas) junto al tesoro de Carlomagno. Enfrentando su fe cristiana, busca la ayuda de Irati, una misteriosa joven pagana que le acompañará en su viaje a través de un extraño bosque donde se refugian las creencias destinadas al olvido.
Un viaje que merece la pena
A partir de este relato, en parte mítico y en parte histórico, Urkijo nos ofrece una película realmente ambiciosa en la que se combina el género histórico, el de aventuras y fantasía e, incluso, el romántico. En este sentido, resulta increíble la forma en la que la película consigue transportarnos a un mundo cargado de unicidad, donde lo real y lo legendario se entremezclan dando lugar a un escenario impregnado de magia.
Se trata de una hazaña increíble teniendo en cuenta el limitado presupuesto de la película que, sin embargo, parece estar bien aprovechado en múltiples aspectos. Por un lado, impresiona la espectacularidad conseguida en las escenas de batalla, cuya factura no parece tener nada que envidiar a otras obras extranjeras de género similar. Estos momentos no solo consiguen cumplir con creces a nivel técnico, sino que también cuentan con una identidad propia en sus efectos especiales y en su dirección.
Pero este ingenio también se refleja a la hora de crear ambientes mágicos y oníricos donde aquello que ha sido destinado a desaparecer y sobrevive en los márgenes se alza con asombrosa fuerza. En este sentido, la dirección de fotografía resulta maravillosa gracias a su fundamentación en la naturaleza y el uso de la misma a través de sus luces y sus espacios (sus bosques, sus ríos…).
Algo parecido experimentamos con la banda sonora de la película, donde se combina un sonido de carácter naturalista con una música que eleva lo terrenal a lo fantástico a través de melodías memorables y llenas de personalidad, aunque con ecos de otras conocidas. Todo esto se ve coronado con un trabajo excelente a nivel de localizaciones, arte y vestuario que terminan de consolidar el universo creado en ‘Irati’. Además, destacan especialmente las actuaciones de Eneko Sagardoy y Edurne Azkarate por su capacidad para mantener el tono de la obra e, incluso, añadirle mayores matices.
Todo lo que tiene nombre existe
Pero más allá de todo eso, la fuerza de una obra como esta reside en su mensaje acerca de la importancia de las historias y, especialmente, de las raíces. De este modo, ‘Irati’ se presenta como una oda a los orígenes cargada de lirismo y, al mismo tiempo, de reivindicación. Esa verdad nos llega a través del propio lenguaje, un euskera con deje antiguo que, no solo nos transporta a una época pasada, sino que nos habla de la necesidad de respaldarnos de nuestra cultura, leyendas y arte.
Con este propósito, ‘Irati’ transmite una solemnidad que, en ocasiones, se ve acompañada de cierta dureza, tanto por su temática como por su estilo. Se trata de una película con poco texto, cuyo sustento no es el diálogo y ni siquiera las acciones, sino aquello que se esconde tras ellas. Su mayor respaldo está en lo que esconden sus imágenes y sus sonidos, en lo que hay más allá de lo conocido, en el universo místico que se oculta tras lo normativo.
Por este camino, se plasma un enfrentamiento entre lo racional y lo emocional que, no solo encontramos en los propios elementos técnicos de la película, sino en sus protagonistas. Mientras que el personaje de Eneko Sagardoy parece ser un reflejo de lo sistémico, el de Edurne Azkarate supone una representación de lo diverso que, a lo largo de la historia, se ha visto obligado a ser marginal.
De este modo, es a través de los personajes femeninos como el de Irati como se consigue representar esas creencias paganas olvidadas. Con ello, nos habla de la relación entre lo pagano y lo femenino, de esas mujeres que han sido rechazadas y olvidadas a lo largo del tiempo por no tener cabida en un sistema no pensado para ellas.
Al mismo tiempo, ‘Irati’ consigue trasladar lo particular (lo local de la mitología vasca) a una dimensión universal donde cualquier espectador puede entrar. Esto se ve favorecido por el tratamiento de temas universales como la memoria, el olvido, la muerte, el honor, la fe, el amor y, especialmente, la relación entre la identidad y las raíces y la importancia de preservar aquello que un día existió. Además, se trata de un cine que de verdad trata de crear imágenes icónicas y memorables, más allá de su texto o de su historia, lo cual muchas veces es difícil de encontrar en las películas actuales.
No obstante, es cierto que la ambición de una obra como esta puede llegar a ser abrumadora para algunos. Mientras que algunos como yo les resulte fácil entrar y maravillarse con el viaje que nos plantea, también es posible que otros no estén dispuestos a adentrarse en un mundo tan imponente como este por la reflexión y contemplación que exige. Pese a ello, se trata de una experiencia recomendable, especialmente para aquellos que crean que todo lo que tiene nombre merece ser recordado y reivindicado.
