Los tonos mayores Ingrid Pokropek Entrevista
Desde la Sección de Cine y Series, Laura Carnicer y yo hemos tenido la oportunidad de entrevistar a Ingrid Pokropek, directora de ‘Los tonos mayores‘, estrenada en España el pasado 12 de julio, y ganadora en el último Festival de Málaga, dentro de la sección Zonazine, de la Biznaga de Plata a la Mejor Película Iberoamericana, así como de la Biznaga de Plata a la Mejor Interpretación Femenina para Sofía Clausen.
‘Los tonos mayores‘ sigue a Ana (Sofía Clausen), quien, tras la colocación de una prótesis metálica en su antebrazo, empieza a recibir mensajes en morse en dicha pieza. Con ayuda de sus amigas, la joven intentará descifrar estos mensajes.
NextGame: ‘Los tonos mayores’ introduce un elemento extraño en un contexto realista. ¿Qué referencias cinematográficas de cine fantástico has manejado para esta película y, en general, para tu labor como autora?
Ingrid Pokropek: La verdad es que, durante la escritura, las principales referencias de la película tuvieron que ver más con el retrato del personaje de la niña que con el elemento fantástico. Algunas películas de Eustache y de Truffaut fueron muy importantes durante el trabajo de guion. Incluso hay una escena (el beso en el interior del planetario) que es, un poco, un homenaje a una escena de ‘Mis pequeños amores‘ y a otra de ‘La piel dura‘, ambas acerca del primer beso adolescente en una sala de cine.
Pero más adelante en la escritura, casi por causalidad, vi en televisión una película que había olvidado por completo (no la veía desde chica) y que me sorprendió por el vínculo que tenía con ‘Los tonos mayores‘. Esa película era ‘Encuentros cercanos del tercer tipo‘ (‘Encuentros en la tercera fase‘ en España). Y, de pronto, esa referencia se volvió clave para pensar lo musical y también los colores de mi propio film; es por eso que decidí incluir una escena que también le rindiera tributo (cuando el padre y la niña miran una película en off; no son audios pertenecientes al film de Spielberg, pero hacen referencia a él).
NG: La película ‘Déjame entrar’ de 2008 (y su remake estadounidense de 2010) contaba con un fuerte elemento fantástico (vampiros) y daba una notable importancia al uso del código morse. ¿Conoces esta referencia? ¿Te ha inspirado de algún modo?
IG: Lo cierto es que no la vi (debería verla, ¡me han hablado muy bien!). Pero es la primera vez que me entero de que tiene morse. Así que, lamentablemente, me he perdido de verla antes de terminar esta película.
NG: Tu obra tiene un carácter bastante intimista. ¿Adaptaste la dinámica del equipo técnico y artístico para favorecer este tono (por ejemplo, insistiendo en trabajar con un equipo reducido en set)?
IG: En rodaje, el equipo técnico de la película fue mínimo. No sólo en pos de alcanzar cierto tono, sino también por las limitaciones presupuestarias del film. Lo que parecería sonar como una desventaja (hacer una película de muy bajo presupuesto y con un equipo pequeño), para nosotros resultó una virtud. No solamente porque permitió encontrar una mayor intimidad a la hora de trabajar con los actores, sino también porque facilitó el modo de filmar la ciudad.
NG: Siguiendo con el tono intimista de tu película, ¿cómo has logrado compaginarlo con los numerosos espacios abiertos que aparecen? ¿Es Buenos Aires una ciudad con potencial para intimismo o has tenido que esforzarte para llegar a él?
IG: Al ser una película tan independiente, filmamos en espacios reales sin control de los mismos. Es decir, «los extras» en las calles son personas de la ciudad de Buenos Aires. Gran parte de las luces para los exteriores son luces reales de locales o de luminaria callejera. La estética del film se construyó alrededor de estas limitaciones, con una voluntad de realizar un encuentro entre el elemento fantástico y un modo realista de filmar la ciudad.
NG: Dicho esto, la ciudad de Buenos Aires parece tener una importancia vital. ¿Existe otra ciudad en la que desees especialmente ambientar una de tus historias?
IG: Cuando escribo, me gusta anclar la acción en lugares que conozco bien. No digo que todas las locaciones del guion sean espacios ya conocidos por mí, pero sí diría que una gran parte. En general, pienso «qué ganas de filmar tal lugar» y, entonces, sitúo allí la escena que estoy escribiendo empujada por ese deseo. Esto tiene que ver con que me interesa mucho la relación del cine con el espacio.
En ese sentido, filmo Buenos Aires porque es la ciudad que más conozco, porque es una ciudad que me gusta muchísimo y también porque -al menos, en mi opinión- tiene un potencial ficcional enorme. Estos días que estuve en Madrid, sentí también ese potencial ficcional y el deseo de filmarla. Pero para eso tendría que vivirla un poco más, conocerla de verdad. Algo que me interesa especialmente es dar cuenta de los recorridos de un personaje, de sus traslados, y, para hacerlo, es importante narrar (y conocer) una geografía.
NG: Después de tu experiencia como productora y directora, ¿qué faceta consideras que es más exigente? ¿Cuál te causa mayor satisfacción?
IG: La verdad es que los dos roles son de alta exigencia. Se trata de estar a cargo de muchas decisiones, aunque sean de diferentes órdenes. En este momento en particular, disfruto más de la dirección. Tal vez tenga que ver con que llevo muchos años haciendo producción, pero también con que mi deseo siempre estuvo más vinculado con dirigir y escribir. La producción llegó a mí casi por accidente y fue una escuela de cine en sí misma (tuve la fortuna de trabajar casi 10 años en la casa productora El Pampero Cine, donde aprendí muchísimo), pero la dirección siempre fue el rol que más me interesó y el horizonte que tuve siempre en la vista.
NG: Respecto a tu faceta como directora, ¿tienes pensado seguir dirigiendo a corto y medio plazo? ¿O prefieres centrarte en tu labor como productora antes de volver a emprender este camino?
En este momento, estoy trabajando en dos proyectos como directora, un documental y un film de ficción. Como cualquier película, van a tomar tiempo. El cine es el arte de la paciencia… Pero, mientras tanto, sigo trabajando como productora en el marco de la compañía que tengo con Juan Segundo Álamos e Iván Moscovich, 36 Caballos. En este momento, nos encontramos trabajando en varias películas, en las que los tres somos los productores. En resumen, ahora mismo estoy haciendo los dos roles en paralelo.
NG: El cine argentino está viviendo un período traumático bajo el gobierno de Milei. ¿Crees que este humor social se va a plasmar en las historias argentinas que se están desarrollando en estos momentos?
La verdad es que es un momento muy difícil. Desconocemos cuál es el futuro del cine argentino frente a un contexto tan lleno de obstáculos puestos en el camino por nuestro propio gobierno. La verdad no sé cuánto de este humor social se plasmará en las historias de las películas por venir, pero creo que todos los films argentinos que vendrán estarán necesariamente atravesados por una nueva manera de hacer, adaptada a las circunstancias. Quiero decir, siento que en un contexto en el que el apoyo estatal es prácticamente nulo, florecerán las maneras alternativas de hacer cine. Y el modo en que se hace una película también es una cuestión política.