Todos pasamos por ésto. Tarde o temprano, alguien querido; un familiar o un amigo, se va. Sabes que no volverá; que no volveréis a reir o a llorar juntos. Está claro que todo lo relacionado es muy difícil y llega a ser puñetero, lo digo con más razón que nunca. Realmente, Final Fantasy; o las entregas de la saga que están bajo la batuta de Yoshinori Kitase tocan ese fragmento tan melancólico de la vida: la pérdida y el duelo de aceptarla. Es curioso como en Final Fantasy IX; juego desarrollado por otro equipo y capitaneado por Hironobu Sakaguchi y Hiroyuki Ito, ahonda más en temas como la soledad o la muerte. Aunque también dejan un claro mensaje al jugador: «Mientras haya alguien que se acuerde de nosotros, seguiremos existiendo… ¡Eso significa estar vivo!».
Quiero dejar claro que Aeris Gainsborough es un personaje que me fascina desde su primer encuentro tras ayudar a Avalancha a destrozar el reactor. El primer gesto que hago al acercarme es decirle si está bien y que debería irse pitando del lugar tras el atentado de la banda. Ella, amablemente, me pide un mísero Gil a cambio de una flor; ya que se dedica a venderlas a los transeúntes del sector. Esa flor la podemos regalar luego a la amiga de la infancia de nuestro protagonista, Tifa Lockhart; o a la hija del jefe de la banda ecoterrorista, Marlene.
El siguiente encuentro con Aeris es tan mítico, en una de las escenografías más icónicas de la saga o incluso de la historia del videojuego: La iglesia de los suburbios del Sector nº 5. Pese al shock inicial, Cloud se despierta escuchando una voz familiar, la de Aeris; la chica a la que compraste esa flor… o al borracho del pueblo, ahí ya cada uno con su elección. No da tiempo para descansar ni para saber más sobre ella, porque de repente aparecen unos soldados de Shinra junto a Reno, un hombre que pertenece al grupo de élite de Shinra llamados Turcos; quienes se encargan del trabajo más sucio de la odiosa compañía. Aeris le pide a Cloud que le ayude a escapar y por supuesto accedemos sin pensarlo dos veces.
Todo ese trayecto de la iglesia; la casa de Aeris y el bizarro Mercado Muro, es el principio del desarollo del arco de personaje de nuestra Anciana favorita donde también nos sincera hablando sobre su primer amor, un Soldado de Primera Clase que desconocemos su nombre en ese momento. También nos cuenta que Shinra quiere apoderarse de ella y de su Materia para poder hacer experimentos. Cuando es secuestrada por Los Turcos, Cloud quiere rescatarla y entonces todo es una montaña rusa de jugabilidad y narrativa. Pasamos por diferentes escenarios en poquísimo tiempo y también descubrimos algunos detalles importantes, como el de que Sefirot (o Sephirot, agarraos a la traducción que os guste) sigue aparentemente vivo, que el presidente Shinra ha muerto o que incluso Cloud luchó junto a al legendario soldado y vivió para contarlo.
Es extraño, pero cuando llegas a Kalm ya estás más que familiarizado con el grupo a pesar de que hay muchas dudas entre ellos… pero la aventura prosigue y su misión está clara: detener de una vez por todas al malvado Ex-soldado de Shinra e impedir que el plan de Jenova se haga realidad. La odisea de Final Fantasy VII nos lleva a muchísimos lugares y también conocemos a nuevos personajes que se unirán a nuestro grupo o lucharan para detenernos; casi siempre Los Turcos o algunos directivos de Shinra.
Vamos a llegar al punto más crítico del texto y todos sabemos de qué vamos a hablar. Primera anécdota curiosa, por cierto, la de que yo no sabía que Aeris moría. Como dije antes, pocos juegos de rol había jugado en la época, Final Fantasy IX y VIII; Pokémon Azul y poco más…. no tenía ese acercamiento a perder un personaje del grupo principal. Un personaje que era útil en batallas ya que era mi curandera principal, pero lo jodido era que le tenía… aprecio.
Con Aeris empaticé muchísimo ya que era una persona amable, dulce, con un humor fino en algunos momentos y una harmonía casi absoluta. Siempre creía que la muerte de Aeris era un momento importante para la historia de Final Fantasy VII y la de Cloud. Un trauma que arrastraría junto a la muerte de su mentor, Zack Fair, quien otrora fue ese «chico» que menciona Aeris como si fuera su primer amor. A pesar de ello, Aeris sigue estando en sincronía con la Corriente Vital del planeta y junto al grupo principal, pueden parar los píes a Jenova y Sefirot. Es un final agridulce, con un planeta al borde de la extinción humana y con una compañía Shinra que huye con la cola entre las piernas y todo, al final, para nada.
El mundo se ha salvado, es cierto y nuestro grupo puede volver sano y salvo a descansar tras una lucha agotadora… pero Aeris se fue. Su consciencia y energia estarán siempre recorriendo el planeta gracias a la corriente, pero me parece tan injusto. Por supuesto, hablamos de un videojuego y más allá de la rabia «digital», no le di tanta importancia con el paso de los años; es más, me mofaba con el tema llamando de una vil forma a esa escena como «el tema de la brocheta» o «Lo de Darth Vader pero en videojuego».
2021 ha sido un año trágico en mi vida personal. Es triste, pero también creo que lo he llevado mejor sabiendo lo que una florista de uno de mis videojuegos favoritos transmitía. Es una sensación extraña pero siento que, mientras los recuerde, ellos no se iran de mi lado y Aeris es el ejemplo de aceptar la pérdida y sobrellevar el duelo. No se si en Final Fantasy VII Remake podremos cambiar el aciago destino, pero si al menos pudieramos pasar un tiempo con ella; abrazarla o decirle lo importante que ha sido y que será siempre en nuestra vida… no me importaría volver a caer en su iglesia o incluso montar en la noria del Gold Saucer mientras vemos esa mirada tan bonita.